Biblia para las naciones

La tarea de Traducción Bíblica es aún ardua para los más de 250 millones de personas que no tienen aún ni un versículo en su lengua.  Para ello estamos trabajando partiendo desde las comunidades indígenas.
 Acompañar a las comunidades se ha transformado, para muchos, en una tarea con muchas satisfacciones y alegrías.  Lo que en un momento se pensaba que era un dar, un enseñar o un instruir, de pronto se transformó en un aprendizaje de vida, en un crecimiento interno nunca antes imaginado. Las nuevas percepciones logradas a partir de la cosmovisión indígena enriquecen y riegan a los corazones sensibles que persiguen el bien, la igualdad y la justicia.  La traducción bíblica lograda en equipo y con esta nueva perspectiva se traduce en un enriquecimiento y adelanto en la forma de pensar y de interpretar el mundo.


Desde ese momento de intercambio de visión, los corazones sensibles tienen algo que compartir con los demás.  Son invitados a comunicar e impartir las nuevas experiencias adquiridas.  El contacto con otras naciones y etnias cambian hasta el corazón más duro.  Uno ya no es el mismo luego de vivir y y foguearse en las aguas de la interculturalidad.


No hay superioridad sino afinidad y semejanza: todos somos seres humanos debajo de la corteza de piel que nos tocó en suerte y detrás de la carne y los huesos que portamos. Las naciones toba, paraguaya, argentina y suiza comparten una misma tarima y tribuna, no hay distinción que nos divida, sino una tremenda igualdad manifestada en distintas formas culturales: lo que uno hace tiene su paralelo en las acciones del otro, por más diferentes que sean estas manifestaciones... todos nos parecemos, todos buscamos el bien, solucionar nuestros problemas y caminar lo mejor posible sobre esta tierra.  Pero hay una diferenciación interna entre los seres humanos, aquellos que tiene fe en el Dios eterno y aquellos que le dan la espalda.


"Si lo buscas de todo corazón, lo hallarás..." El Dios lejano se hace cercano a través de su Hijo, a quien entregó para hacer de todos los pueblos un único pueblo, una nueva creación o comunidad llamada Iglesia, donde "ya no hay varón ni mujer, ni griego ni escita."  La Palabra de Dios nos une, nos solidariza, y nos deja el desafío de llevarla hasta lo último de la tierra, hasta el último pueblo que habita sobre este planeta.

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